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LA PIZZA NOSTRA VUELVE A ABRIR EN BOGOTá.

El video que anunciaba el regreso de Pizza Nostra, en el que se ve el dibujo de estilo ochentero de una muñeca con vestido rosado, superó las 133.000 reproducciones y fue compartido 2.400 veces en cinco días. Cientos de usuarios comentaron en la publicación de Facebook sus recuerdos en esa pizzería, que desapareció a finales de la década de los El jueves, día de la reapertura, unas 400 personas pasaron por las mesas del local en Bogotá. En la noche, la fila de clientes llegaba hasta la esquina de la cuadra donde se ubica el restaurante, en la carrera 15A con calle 121.

No todos los visitantes han ido a comer. Varios se han acercado solo para preguntar si esa es la verdadera Pizza Nostra, aquel restaurante en el que celebraron sus cumpleaños cuando eran niños.   

Algunos incluso llevaban el carné de cumpleaños que los identificaba como clientes honorarios, lo que en su momento les otorgaba una pizza gratis y gaseosa a discreción en la fecha. Otros, como si se tratara de mensajes de amor furtivos, escribían notas en los individuales del restaurante: “¡Qué felicidad que hayan vuelto!”. 

Esas muestras de cariño tienen una historia. Pizza Nostra nació el 25 de julio de 1975. Su fundador, Armando Tello, dejó su cargo como subgerente del Fondo de Empleados del Banco de la República para dedicarse a las pizzas.  

 

Durante los 20 años de éxito de su negocio, Tello se destacó en el campo de las comidas rápidas en Colombia: la empresa llegó a tener 450 empleados y ventas por 7.000 millones de pesos de la época. 

La imagen de la muñeca con vestido rosado estaba en los comerciales de televisión, en puntos por toda la ciudad e, incluso, en el extranjero: Miami, Santiago y Caracas hacían parte de los 39 locales, entre sucursales y franquicias, que llegó a tener Pizza Nostra.  

50.000 niños, portadores del carné de cumpleaños, alimentaban habitualmente las filas que en esa época también se formaban afuera de los locales de Pizza Nostra, en el centro comercial Unicentro. 

Viendo esta posibilidad de negocio, un joven ingeniero mecánico de Tunja, quien en sus años de estudiante en Bogotá solía celebrar los parciales ganados comiendo con 

sus amigos en aquel restaurante, tuvo la idea de trasladarlo a su ciudad. 

Su nombre es Rafael Cortés y con el tiempo pasó de administrador de una exitosa franquicia de Pizza Nostra en Boyacá a ser el dueño de la marca, tras el declive de la pizzería que la llevó a su liquidación en 1999. “Armando Tello quiso expandirse, pero no controló esa expansión”, dice Cortés. 

 

En efecto, el antiguo dueño recurrió a varios créditos con el fin de entrar a Medellín y a Cali en 1993. La inversión no tuvo retorno. Los locales de Medellín permanecieron meses sin clientes. En los años siguientes hizo otras apuestas arriesgadas, sin buenos resultados, hasta que a finales de 1999 fueron liquidados los últimos puntos de Pizza Nostra en Bogotá. “Siempre había imaginado que esto iba a seguir por 100 o 200 años”, dijo Tello a EL TIEMPO en ese momento.  

 

A pesar de esto, Rafael Cortés mantuvo sus sucursales en Boyacá y logró que la Superintendencia de Sociedades le vendiera el nombre de la marca. Durante estos veinte años ha mantenido el negocio en Tunja, Duitama, Sogamoso y Paipa.  

 

“No había querido volver a Bogotá, porque puede ser muy complicado. En un pueblo yo soy el rey, pero aquí hay mucha gente que sabe de culinaria y muy buenos restaurantes”, explica. Se arriesgó por sus hijos, Rafael y Aura María, quienes eran pequeños cuando su padre compró la franquicia y han crecido en medio de ingredientes y pedidos.  Como su padre décadas antes, ellos vieron una oportunidad de negocio: los 50.000 niños de Bogotá que pertenecieron al club Pizza Nostra ahora son adultos con poder adquisitivo.

El proyecto se materializó cuando consiguieron el local en Bogotá. Coincidencialmente, el sitio está frente al centro Comercial Unicentro, donde hace tres décadas se veían las filas de clientes para entrar a Pizza Nostra. La apuesta de Rafael es replicar esa escena. “Que la gente venga acá y encuentre los sabores de hace 30 años”, explica. Hoy, aunque en otras manos, vuelve a ser posible el sueño de Armando Tello para este lugar icónico: ‘que dure 100 o 200 años’. 

 

Fuente: El Tiempo.