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FASHION REVOLUTION DAY: SEIS AñOS DEL COLAPSO EN BANGLADESH

El 24 de abril de 2013, 1129 personas murieron tras el colapso de una fábrica de ropa en Bangladesh. #FashionRevolutionDay fue la forma de rebelión contra esta catástrofe y contra la industria de la moda, acusada de exponer a los trabajadores a condiciones infrahumanas.

Los dueños habían hecho caso omiso de las grietas que se abrían por paredes y techos de la edificación y no ordenaron el desalojo de los trabajadores ante el inminente peligro. El derrumbe dejó 2.515 heridos y pasó a la historia como el accidente estructural más mortífero del mundo. Dos años después del colapso, los empleadores siguen negándose a implementar legislación laboral, según un informe de Human Rights Watch.

 

Tras la catástrofe, Occidente se movió a su manera a través de las redes sociales y las manifestaciones. Desde el 2014, cada 24 de abril se realiza el #FashionRevolutionDay, una movida que pretende enfrentar a la millonario industria de la moda con una simple pregunta: ¿quién hizo mi ropa?.

Mientras que, en Bangladés, donde ocurrió la tragedia, se sigue luchando por mejorar las prácticas laborales. En Colombia, la industria se ha preocupado por implementar cambios en la producción con materiales amigables con el medioambiente.

 

 

De acuerdo con cifras de Fashion Revolution, en la industria mundial de la confección las mujeres representan el 80% de la fuerza laboral. 

 

 

Hoy comienza la Semana de la Revolución de la Moda en el mundo, en la que se anunciará la firma de la Carta de la Moda para la Acción Climática de la ONU. Esta acción es representativa dentro de la campaña para educar al público sobre el impacto devastador de la industria de la moda. 

 

 

Este 24 de abril se cumplen seis años. La tragedia puso a la industria de la moda en el foco mundial y los consumidores empezaron a cuestionar sobre la procedencia de las prendas y el impacto social y medioambiental. Ahora, etiquetas en la ropa con frases como “Hecho en Bangladés”, “Hecho en Camboya” o “Hecho en India”, tienen otra connotación. (Le puede interesar: Verde, el nuevo color de la moda)

 

 

Según un estudio de la Fundación Ellen McArthur, tras un período de uso corto, el 86 % de la ropa se tira a vertederos o se quema. Además, se estima que la producción mundial de textiles es responsable del 20 % de las aguas residuales y emite más gases de efecto invernadero que la aviación o el transporte marítimo juntos.

 

A las consecuencias ambientales se suman otras problemáticas como el acoso sexual, la discriminación y la violencia de género. “Cada vez que compramos, usamos y desechamos ropa, creamos una huella ambiental y un impacto en las personas que las hacen, pues la mayoría son mujeres”, asegura Carry Somers, cofundadora y directora de operaciones globales de Fashion Revolution, un movimiento que surgió tras el fatídico 24 de abril y que hoy está presente en los cinco continentes. De acuerdo con cifras de la organización, en la industria mundial de la confección las mujeres representan el 80% de la fuerza laboral.

Desde hace un tiempo y luego de que el mundo conociera las condiciones y consecuencias de esta industria que representa el 2 % del PIB mundial, diseñadores, activistas y todos los eslabones del sector han buscado y ofrecido alternativas desde lo ambiental hasta las buenas prácticas laborales. Por ejemplo, compañías como Inditex, -que maneja marcas como Zara y Bershka-, Mango y H&M firmaron el Acuerdo de Bangladés, ahora Acuerdo de Transición de 2018, firmado por IndustriALL Global Union, UNI Global Union y más de 200 marcas de ropa. Dicho acuerdo exige que las empresas del sector garanticen la seguridad en las fábricas donde hacen sus prendas.

Respecto al acuerdo de Bangladés, Angélica Salazar, coordinadora de Fashion Revolution Colombia, cuenta que desde el movimiento hacen activismo “para que este tipo de acuerdos sean obligatorios. Hicimos un diario de los trabajadores, que recopila información para justificar el hecho de que los salarios que estaban ganando no eran dignos”.

 

 

La marca sueca Hennes & Mauritz, conocida mundialmente como H&M, es una de las que le apuesta a la moda sostenible, pues hace parte de su modelo de negocio. “Tenemos un programa de reciclaje de ropa. En las tiendas el cliente trae un mínimo de tres prendas de todas las marcas y condiciones. A cambio, recibe un cupón con un 15 % de descuento para la próxima compra. En 2018 recibimos 56 mil kilos que luego entregamos a una empresa que se encarga de revisarla y clasificarla”, dice Joaquim Pereira, country Manager de H&M Colombia.

 

 

El informe de sostenibilidad de 2018 de la marca indica que el año pasado, a nivel global, 57 % de los materiales que utilizaron para la producción de sus productos provino de material reciclado. Pereira agrega que para 2030 se trazaron la meta de que, “el 100% del material tendrá que venir de fuentes sostenibles. También reducimos entre 2017 y 2018 el CO2 a un 11 % y el consumo de bolsas plásticas un 47 %”.

 

Esta compañía llegó al país en 2017 y este año planea abrir tres tiendas más: una en Centro Mayor, en Bogotá y dos en Medellín en El Tesoro y en Viva Envigado.

 

 

En Colombia

 

De acuerdo con datos de Colombia Productiva, en 2018 las exportaciones crecieron 6,8 %, lo que equivale a US$743 millones. Entre 2017 y el año pasado, la producción de textiles creció 3,1 % y la de confección 0,3 %,. Además, el sector de textiles y confecciones representó el 8,8 % del PIB industrial. Por estos datos, la Cámara de Comercio de Bogotá dice que esta industria mueve alrededor de 1,13 % del PIB de la capital.

 

A pesar de que diseñadores y expertos en la materia aseguran que la moda colombiana está viviendo su momento de oro, existen retos como la competencia con las empresas asiáticas que ingresan al país y la implementación de las prácticas sostenibles en la industria. De acuerdo con la Cámara Colombiana de la Confección y Afines, la moda rápida afecta al sector nacional por la importación desmedida “de países que pagan salarios de hambre. Esto genera una competencia desequilibrada, pues esos países pagan 50 dólares al mes vs 400 dólares en Colombia”.

 

“Esas prácticas han afectado al sector nacional porque la ecuación de precios irrisorios acompañado de aranceles bajos, les da ventajas a los importadores frente a los tejedores y confeccionistas nacionales”, manifiesta Guillermo Criado, presidente de la Cámara Colombiana de la Confección.

 

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Sin embargo, Criado resalta el potencial nacional. "Colombia tiene de los mejores diseñadores y textilerías de Latinoamérica. Mano de obra calificada formados en el Sena, Inexmoda, Cámaras de Comercio y universidades, que invierten para preparar al sector textil y de confección".

 

La colombiana Nina García, editora de la revista Elle USA, resaltó en la pasada edición de Bogotá Fashion Weeek que, "los diseñadores colombianos emergentes se están preocupando por cómo harán el diseño y cómo lo empacarán. En Colombia están pensando seriamente en la sostenibilidad, y ese es el futuro".  

El consumidor colombiano también tiene cada vez más consciencia y les exige a las marcas ser más ecológicas. Por eso, el diseñador bogotano Ricardo Pava cuenta que ha empezado a utilizar estampados con menos químicos. “No es que seamos 100% ecológico, pero los diseñadores tenemos una consciencia para evitar la tala de árboles y la contaminación de ríos. No es fácil pero la compañía está empezando a generar ese cambio para en un tiempo muy corto ser lo más ecológicos posible".

 

Mario Hernández cuenta que, para ser una marca global, "tenemos que tener muy buenas prácticas en los materiales y los empleados. Por ejemplo, tenemos cueros vegetales con una curtición limpia y usamos pegantes de agua. Ahora es muy común que la gente mire de dónde proviene su ropa, así como las comidas saludables. Siempre hemos sido conscientes de la procedencia de los productos y nuestros productos llevan una etiqueta que dice qué son y de dónde provienen".

 

En la misma dirección Fashion Revolution Colombia lanzó una convocatoria, para que artistas y diseñadores sugieran actividades artísticas ligadas con los 10 puntos del manifiesto por una revolución de la moda, que lanzó el año pasado dicha entidad. "Diseñamos un recorrido con proyecciones, talleres, exhibiciones fotográficas, y otros eventos que no están enfocados en el consumo, sino que realmente son actividades en las que las personas pueden disfrutar de la moda sostenible, sin tener que estar consumiendo objetos sino información", señaló Angélica Salazar.

 

Sin embargo, hay detractores de este tipo de moda porque creen que al ser alternativa es cara y solo funciona para un nicho del mercado. Ricardo Pava explica que los productos amigables con el medioambiente suben de costos, "pero la idea es que sea más democrático y no dentro de élite cómo siempre pasa con estos contenidos".

 

Fashion Revolution también publicó una guía de moda sostenible en la que diferentes marcas llenan un formulario para mostrar sus labores de buenas prácticas laborales y medioambientales. Lo sostenible es un movimiento que ha tomado fuerza en los últimos años, y no solo organizaciones y consumidores les exigen a las marcas ser más ecológicos, sino también diseñadores emergentes enfocados en enviar un mensaje de cambio de una moda consciente y ética, y hay emprendimientos digitales en los que una de las opciones es reutilizar ropa. Y usted, ¿se ha preguntado de dónde viene su ropa?

 

 

 

Fuente: El Espectador.

 

 

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