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EL RETAIL EN AFGANISTáN Y OTROS DEMONIOS

Mall & Retail a propósito del regreso de los talibanes al control de Afganistán, reproduce un artículo escrito por Laureano Turienzo para Forbes España, titulado: Yonkis, mujeres y talibanes.

Los talibanes tomaron Mazar-i-Sharif (la cuarta ciudad más grande del país). Algunos entraron en bicicleta. Las tropas occidentales se habían ido, los de Arriba habían dicho que había asuntos más importantes que atender en otras partes del mundo. Mazar-i-Sharif es el principal centro de comercio del norte de Afganistán.

 

Dicen que los mejores comerciantes de Afganistán no están en Kabul, están en Mazar-i Sharif. Esos días, los comerciantes cerraron las tiendas. Los talibanes pintaron de negro las fachadas, y los posters donde aparecían mujeres. Todas las pinturas, fotografías y anuncios que mostraban a personas u otros seres vivos fueron pintados, rotos, violados.

Al día siguiente, los talibanes se expandieron por todo el país, con una facilidad inusitada. Después de luchar durante 20 años retomaron Kabul: los talibanes se apoderaron de la ciudad en cuestión de horas.

 

Pul-e-Surkh estaba desierto. Allí se concentra la mayor densidad de cafeterías y restaurantes de lujo, donde se reunían los jóvenes afganos. Los yonkis seguían bajo los puentes en Pul-e Sukhta, bajo un gran puente que cruza el río Kabul. Kabul está lleno de adictos a la heroína. Cada día salen de los puentes a pedir limosna a los peatones.

 

Afganistán es un país de hasta 2.4 millones de adictos al opio y la heroína, según un informe de las Naciones Unidas de 2015. 1 de cada 15 habitantes es un adicto. Un yonki. El país más drogadicto del mundo. En 2005 eran unos 200 mil. Se ha disparado el número en los últimos años. Muchas mujeres, y niños y niñas se han enganchado. Cerca del 9.5% de las mujeres de Afganistán son adictas. Y cerca del 9.2% de los niños de hasta 14 años, dieron positivo en uno o más tipos de drogas y era probable que fueran consumidores activos de drogas, según ese informe de 2015 de la ONU (seguramente esa cifra se habrá disparado en estos últimos cinco años). Ha habido una pandemia.

 

La heroína está empezando desde hace tiempo a ser sustituida por la metanfetamina, una droga más barata pero igualmente peligrosa. Es el speed, crystal o meth. La metanfetamina está ganándole el terreno a la heroína. Kabul y las otras grandes ciudades están llenas de «apartamentos cocina», donde se elabora la metanfetamina, extrayéndola de medicamentos de venta libre como los jarabes para la tos, o de plantas locales como la efreda.

 

En 2019, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), informó que el valor total de la actividad económica en torno a los opiáceos para la exportación en Afganistán equivale a hasta 11% del producto interno bruto (PIB) del país. Puede decirse que la mayor industria del país son las drogas. Los talibanes dicen que odian las drogas, pero los informes de las naciones occidentales dicen que es una de sus principales fuentes de financiación. Aunque una cosa es conseguir dinero para la causa, y otra permitir una fauna de drogadictos por las calles. Los talibanes dicen que convertirán a la nación yonki en una nación sana. Está prohibido ser drogadicto.

El ‘retail’ con los talibanes

 

Tras la caída de los talibanes en 2001, llegó una hipotética democracia avalada, y soportada por las principales naciones del mundo, con personal militar, contratistas, y ONG en el terreno. La situación no solo no mejoró en muchos aspectos, sino que, por ejemplo, como digo el índice de consumo doméstico de drogas se disparó, y lo mismo pasó con los índices de criminalidad.

 

En 2019, solo en Kabul fueron asesinadas o resultaron heridas casi cuatro personas al día. Las pistolas pequeñas en el mercado negro de Kabul se venden por menos de 100 dólares, según el periódico Hasth Sobh. En 2019, el Ministerio del Interior afgano, reveló que se habían registrado 100.000 delitos durante un período de cinco años, pero no proporcionó un desglose.

Nadie creyó esa cifra: en verdad eran muchos más. Los asesinatos y los secuestros, los robos de automóviles tan comunes, el tráfico de narcóticos en auge y las bandas criminales luchando entre ellas por colonizar territorios rivales, era lo que realmente preocupaba a muchos habitantes de Kabul. Los talibanes habían prometido traer el orden que los occidentales no habían conseguido traer. Mano dura para los delincuentes.

 

Kabul, a pesar de este incremento de la criminalidad, en ciertas zonas era una ciudad bastante segura para los extranjeros. E incluso, una ciudad más o menos «divertida» en los últimos años. Miles de expatriados, muchos trabajadores de ONG, o instituciones como la ONU, así como personal de los diferentes cuerpos diplomáticos, contratistas, salían muchas noches por los bares y restaurantes. La mayoría de ellos tenían salarios superiores a 100 mil dólares. Kabul tenía una mayor variedad de restaurantes que muchas de las grandes capitales asiáticas. Había restaurantes turcos, tailandeses, franceses, mexicanos, italianos, persa…

 

Los centros comerciales en las grandes capitales se mantuvieron cerrados unos días, pero vuelven a reabrirse. Como el centro comercial Majid, que publicaba en su página de Facebook cómo los talibanes entraban en el centro comercial, se hacían fotos, y se sentaban a comer en alguno de los restaurantes, o cómo el 1 de septiembre llegaban a los 100 mil seguidores en Facebook.

 

Las tiendas del aeropuerto Hamid Karzai de Kabul, se cerraron. Muchas tiendas y restaurantes pertenecían a empresarios turcos. Aún está por ver en qué va a consistir el retail con los talibanes. En Kabul hay cadenas de tiendas, franquicias occidentales, indias, pakistaníes, chinas…

18 millones de mujeres y niñas

 

El colectivo más numeroso a «reeducar» para los talibanes es el de las 18 millones de mujeres y niñas. Bajo su gobierno, las mujeres serán puestas bajo arresto domiciliario vital. No se les permitirá trabajar ni recibir educación, ni ir a tiendas solas, ni vestirse como quieran.

 

Las mujeres y niñas a partir de los ocho años deberán llevar burka, el cual será la moda oficial y única para las hembras y tendrán que ser acompañadas por un pariente masculino si querían salir de casa. Se les prohibirá llevar zapatos de tacón porque eso excitaría a los hombres y ofendería a Dios. No deberán hacer ruido al caminar: el sonido de los pasos femeninos es el diablo. No podrán hablar en público: la voz femenina también es el diablo que turba la mente del hombre y de Dios.

Las casas en plantas bajas y primer piso tendrán que tener las ventanas siempre cerradas y las mujeres tendrán prohibido salir a sus ventanas y balcones. La palabra «mujer» no podrá aparecer en ningún sitio público: la palabra «mujer» es el demonio también, turba a los guardianes de la fe, y turba a Dios.

 

A las mujeres que usen esmalte de uñas, se les contará la punta de los dedos. Las mujeres no podrán aparecer en la radio, televisión, o reuniones públicas. Las mujeres no podrán practicar deporte alguno, y por supuesto no podrán acceder a ningún centro deportivo. No podrán montar en bicicleta, en motocicletas, o conducir. No podrán celebrar su cumpleaños, ni cualquier otra cosa, con amigas en reuniones recreativas. No podrán lavar la ropa en los ríos o plazas públicas, ya que hay un componente sexual y altamente inmoral en la visión de una mujer lavando la ropa. Las mujeres no podrán usar los baños públicos. No podrán llevar pantalones acampanados, incluso aunque lleven el burka.

 

En este arresto domiciliario vital, cuando caiga la noche, las viudas saldrán a prostituirse y a mendigar, pues no tendrán otro medio para sobrevivir. Cada noche se jugarán la vida. Hay cientos de miles de viudas en Afganistán. Mujeres a las que les espera el hambre, la prostitución y en muchos casos el repudio y el suicidio.

 

18 millones de mujeres en el mundo pasarán a arresto domiciliario vital. Viene una generación de niñas que serán mujeres analfabetas, mujeres animalizadas en nombre de Dios, mujeres enterradas bajo un burka. No podrán hacerse fotografías. Ni podrán tener un cuadro con un retrato suyo en su propio hogar. Y si tienen un nombre no islámico, se lo tendrán que cambiar urgentemente.

 

La llegada de los talibanes en bici, disparó la venta de los burkas en Mazar-i-Sharif. Esas tiendas no fueron cerradas. Es el retail de los talibanes. Los precios se multiplicaron por 10. En los mercados de Kabul también se está disparando la venta de burkas. En el mercado de Old Town cuelgan burkas de fabricación afgana que cuestan entre 1.000 y 3.000 afganis (alrededor de 20 a 60 dólares), y en la otra pared, túnicas hechas en China por 500 a 800 afganis (10 a 15 dólares).

 

Fuente: Laureano Turienzo para Forbes España