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COMO TRUMP ESTA RECONFIGURANDO LA INDUSTRIA DE MODA

Colombia vivió uno de los momentos más críticos de su historia en sus relaciones comerciales con los Estados Unidos el pasado domingo 26 de enero, cuando el presidente de nuestra nación se negó a aceptar dos vuelos de repatriación de inmigrantes. En respuesta, el presidente Trump anunció la imposición de aranceles generales del 25%, entre otras medidas.

Leopoldo Vargas Brand, CEO de Mall & Retail, realiza un análisis sobre lo que significa el cambio de mandatario en la primera economía del mundo, especialmente en el negocio de la moda, y sus implicaciones en la nueva reconfiguración del comercio global.

 

Los inamovibles de campaña.

 

El regreso de Trump a la Casa Blanca pondrá en jaque no solo a la economía global, sino también a los valores que han definido el “fashion game” durante los últimos años. Políticas comerciales más duras, un impulso a la producción nacional y una guerra de tarifas que amenaza con cambiar el mapa de la moda.

 

Durante gran parte de su campaña y ahora como presidente, Trump ha mantenido el deseo de imponer un arancel universal del 10% al 20% sobre todas las importaciones, con un gravamen adicional a los productos chinos. También propuso un arancel del 25% a las importaciones de Canadá y México, sus mayores socios comerciales, a partir del 1 de febrero de 2025.

“En lugar de cobrar impuestos a nuestros ciudadanos para enriquecer a naciones extranjeras, deberíamos cobrar impuestos y aranceles a las naciones extranjeras para enriquecer a nuestros ciudadanos. Los aranceles son la palabra más hermosa del diccionario”, afirmó en un reciente discurso.

 

La importancia de la moda en el mercado de Estados Unidos

 

EE. UU. representa el 31% de las exportaciones colombianas en términos de la industria de la moda. Además, es el país que más moda y confecciones importa en el mundo, representando el 16% de las importaciones globales.

 

Una política de aranceles a dos dígitos traería como consecuencia un aumento de la inflación al incrementar el costo de los bienes importados, lo que resultaría en precios más altos que tendrían que pagar los consumidores.

Made in America

 

La aplicación de los nuevos aranceles reconfigurará las cadenas de suministro, obligando a muchas marcas estadounidenses a repensar sus estrategias de producción y considerar un retorno a manufacturas más locales.

La promesa de un “Made in America” ofrece exenciones fiscales masivas a las empresas que trasladen su producción al territorio estadounidense. Se calcula que esto podría generar hasta un millón de nuevos puestos de trabajo en la manufactura para 2027.

 

Sin embargo, para los expertos, esta maniobra suena bien sobre el papel, pero podría tener un costo económico: la menor competitividad internacional de los productos estadounidenses, sumada al aumento de los costos de producción internos, podría reducir el PIB de EE. UU. en un 0,5% anual. Aquí, las grandes corporaciones se beneficiarían, pero el consumidor final tendría que pagar la cuenta.

 

Sin duda, esta nueva política también pondría en jaque a gigantes como Shein, al poner fin a las lagunas legales que permiten la importación de productos sin aranceles a través de la norma “de minimis” (productos de valor inferior a 800 dólares).

Adiós a la sostenibilidad

 

Bajo el mandato de Trump, la agenda más afectada será la de la sostenibilidad. Atrás quedarán las regulaciones estrictas sobre emisiones, procesos sostenibles o materiales ecológicos. El futuro de la moda será menos verde. Trump prefiere menos regulación y más incentivos para las empresas que reubiquen su producción en suelo estadounidense, aunque a costa del medio ambiente. Lo que antes se interpretaba como un avance hacia una industria más sostenible, ahora se convierte en un escenario de sostenibilidad local.

La moda en la era del nacionalismo: ¿patriotismo o protesta?

 

Culturalmente, el mandato de Trump podría reorientar las tendencias hacia un consumo más patriótico, con un repunte de marcas nacionales y un retorno a una estética centrada en los valores tradicionales de EE. UU. Este fenómeno podría intensificar la división cultural, con una moda que se vuelve más conservadora y ligada al nacionalismo trumpiano, y otra que, por el contrario, adopta posturas activistas y se moviliza desde los movimientos progresistas.

 

De esta manera, el resurgir del “American Dream” podría dividir aún más a la sociedad, creando una brecha entre una moda tradicional, casi puritana, y una más rebelde, política y activista. ¿Moda para patriotas o moda para revolucionarios? Lo que es seguro es que esta guerra ideológica también será una guerra estética, y la industria de la moda, como siempre, estará en el centro del huracán.

 

A su vez, las marcas más orientadas a la sostenibilidad y los movimientos sociales podrían encontrar nuevos caminos de protesta a través de sus colecciones, desafiando la agenda conservadora y ofreciendo una forma de resistencia estética.

 

Fuente: Mall & Retail.