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ASí ERAN LOS TERRENOS DONDE SE LEVANTARON LOS CENTROS COMERCIALES MáS EMBLEMáTICOS DE COLOMBIA (PARTE 1)

Hoy, al recorrer las principales ciudades del país, encontramos los llamados templos del comercio: estructuras gigantescas de ladrillo y cemento que hoy son íconos del urbanismo moderno. Estos espacios se han convertido en verdaderos centros urbanos donde las personas interactúan, socializan, se recrean y pasan buena parte de su tiempo libre.

¿Pero qué funcionaba antes de la construcción de esos centros comerciales? Mall & Retail hace una reseña histórica de lo que fueron esos predios, que aquí les contamos.

 

 

Unicentro Bogotá.

 

 

Antes de que el proyecto de Pedro Gómez transformara la zona comprendida entre la carrera 15 y las calles 123 y 127 en Bogotá, ese terreno tuvo tres grandes etapas que permiten entender su evolución. Durante la Colonia y buena parte del siglo XIX formó parte de los grandes latifundios de la Sabana: las haciendas Santa Bárbara, Santa Ana y El Cedro, cuyo casco y extensos potreros abastecían de cereales, ganado y leña a la capital.

Estos feudos ocupaban la franja que va desde la actual avenida Séptima hasta el Country Club. Con el avance de la ciudad, fueron subdividiéndose en quintas y barrios, pero todavía hacia 1900 seguían siendo esencialmente rurales.

 

Los terrenos donde hoy se levanta Unicentro formaban parte de la gran reserva de tierras que José María “Pepe” Sierra compró a finales del siglo XIX. Una de sus herederas su nieta, Gloria González de Esguerra conservaba hacia 1970 una finca de unas treinta hectáreas, dedicada todavía al cultivo de cebada y al ordeño de vacas, en lo que entonces era una franja rural contigua al Country Club.

 

En 1973, Pedro Gómez Barrero identificó aquel lote como el único lo suficientemente grande y bien ubicado para materializar su idea de un centro comercial tipo mall. Tras varios encuentros facilitados por amigos comunes y por la reputación filantrópica de González de Esguerra, quien acababa de donar tierras para la Clínica Santa Fe, la propietaria aceptó venderle el predio completo, equivalente a 34 hectáreas. Gómez reservó 12 hectáreas para el centro comercial y urbanizó las 22 restantes con destino residencial, lo que permitió la construcción de los barrios Multicentro, La Carolina y Santa Bárbara.

 

El acuerdo exigía una cuota inicial de cinco millones de pesos de 1974 una suma descomunal para un emprendedor sin capital. Gómez recurrió a su excompañero universitario Jaime Michelsen, entonces presidente del Banco Grancolombiano, quien le concedió el crédito “solo contra la firma” y terminó convirtiéndose en el principal financiador del proyecto.

 

El proyecto, edificado sobre 122.000 m², marcó el inicio de una industria de centros comerciales que apenas comenzaba en el país, tras la inauguración del Centro Comercial San Diego en Medellín en 1972.

 

 

Centro Comercial Andino.

 

A comienzos del siglo XX, la zona hoy conocida como El Retiro formaba parte de las antiguas haciendas sabaneras que se fraccionaron a medida que Bogotá se expandía hacia el norte. En 1941, la prensa ya anunciaba lotes residenciales en el nuevo “barrio El Retiro”, pensado para familias acomodadas que deseaban vivir fuera del casco urbano original.

En 1938, un grupo de inmigrantes alemanes escapando de las tensiones que preludiaban la Segunda Guerra Mundial compró allí un terreno de 27.115 varas cuadradas (unos 18.000 m²). Su propósito era levantar la sede definitiva del Deutsche Schule in Bogotá, que ya funcionaba desde 1922 en casas arrendadas dentro de la ciudad. Durante el conflicto, el gobierno colombiano expropió temporalmente sus bienes, pero en 1948 el Estado devolvió el lote y el proyecto se reactivó.

 

El 8 de febrero de 1952 se inauguró el nuevo campus: pabellones de dos y cuatro pisos, canchas y grandes zonas verdes que pronto alojaron a más de 600 estudiantes. A fin de evitar suspicacias políticas, el colegio adoptó el nombre Colegio Andino Deutsche Schule, denominación que más adelante daría identidad al centro comercial.

 

Tres décadas después, la matrícula se había triplicado y el predio resultaba insuficiente. En 1975, el colegio compró 10 hectáreas en la carrera 51 con calle 218 y, entre 1980 y 1982, vendió la sede de El Retiro para financiar el traslado. El comprador final fue el constructor Pedro Gómez, quien, a través de una sociedad inmobiliaria, adquirió el lote tras varios intentos fallidos de negociación con los directivos alemanes. Durante esa década, el terreno permaneció sin edificación permanente se usó ocasionalmente como parqueadero y campo abierto hasta que el desarrollador obtuvo licencias para un proyecto comercial pionero en la ciudad.

La obra comenzó en 1991; se hincaron 577 pilotes de 42 metros, se vertieron 43.000 m³ de concreto y se emplearon 1,8 millones de ladrillos. El 9 de septiembre de 1993, el presidente César Gaviria inauguró el Centro Comercial Andino, concebido como enclave de marcas de lujo y núcleo de la nueva “Zona T”. Para preservar la memoria del antiguo colegio, el complejo adoptó su nombre.

 

 

Centro Comercial San Diego.

 

 

El predio que hoy ocupa el Centro Comercial Sandiego entre la avenida Las Palmas y la glorieta de San Diego, en Medellín tuvo dos usos documentados antes de la construcción del centro comercial en 1972.

A comienzos del siglo XX, la ladera occidental del cerro La Asomadera conservaba todavía un carácter periférico: potreros y pequeños huertos que abastecían la ciudad. Además, contenía un filón de arcillas plásticas muy apetecido por la naciente industria de ladrillo y teja. Hacia la década de 1920 se instaló allí un tejar de tecnología artesanal, que los vecinos conocían como el Tejar de La Asomadera o simplemente el Tejar de San Diego. Pertenecía a don Diego de él tomaría nombre el barrio y funcionaba con hornos de tiro vertical. La elevada chimenea que todavía preside la plazoleta norte del centro comercial era la torre de tiro del horno principal.

 

Ya entrados los años sesenta, la explotación resultó antieconómica y la presión urbanística empujó la ciudad hacia el oriente. El tejar cerró y los hornos quedaron abandonados. El lote, entonces baldío pero con excelentes accesos viales (avenida El Poblado y la nueva variante Las Palmas), fue adquirido en 1968 por los empresarios Rodrigo Mora Montoya, Sergio Londoño Uribe y Rodrigo Restrepo. Ellos encargaron a la firma Jaramillo & Zuleta el diseño de un complejo comercial al aire libre que debía conservar la chimenea como testimonio de la etapa industrial.

 

Las obras comenzaron en 1970 y el 3 de noviembre de 1972 Sandiego abrió con 84 locales, convirtiéndose no solo en el primer “mall” de Medellín, sino según la mayoría de los cronistas en el primer centro comercial en funcionamiento del país. Desde entonces, la chimenea, hoy restaurada y protegida, recuerda al visitante que bajo los jardines y vitrinas funcionó uno de los principales hornos tejeros que abastecieron de ladrillo y teja la expansión de la ciudad durante buena parte del siglo XX.

Centro Comercial Chipichape.

 

En el predio que hoy ocupa el Centro Comercial Chipichape calle 38 Norte con avenida 6.ª, al pie de la cordillera Occidental de Cali existió primero una franja rural perteneciente a la antigua hacienda La Flora. A comienzos del siglo XX, esos potreros aún producían caña y pastos. En 1930, el industrial Jorge Garcés Borrero segregó 17 hectáreas del predio y las donó al Estado para que allí se construyeran los talleres principales del Ferrocarril del Pacífico, que unía Buenaventura con el interior.

 

Entre 1931 y 1934 se edificó el complejo ferroviario: un gran galpón metálico con ocho fosos de reparación, casa redonda para girar locomotoras, depósitos de carbón y una torre de agua que aún se conserva. El lugar fue bautizado Chipichape, nombre que imita fonéticamente el sonido de los martillos sobre la chapa de las locomotoras, según recuerdan los propios obreros.

Durante sus mejores años (décadas de 1940 a 1960), el taller llegó a emplear a más de 600 operarios y fue el corazón técnico del Ferrocarril: allí se armaban calderas, se ajustaban frenos Westinghouse, se torneaban ruedas y se almacenaban repuestos importados.

 

La expansión de la red vial y la crisis financiera de los Ferrocarriles Nacionales precipitaron el declive. A finales de los años setenta, las locomotoras diésel desplazaron a las de vapor, y gran parte del personal fue liquidado. En febrero de 1995 salió de Chipichape la última cuadrilla, dejando bodegas vacías, rieles herrumbrosos y un terreno estratégicamente ubicado al norte de la ciudad.

 

Un consorcio local adquirió entonces los galpones y, conservando la estructura industrial de acero remachado, los transformó en un centro comercial de cuatro niveles y 510 locales. Chipichape abrió el 17 de noviembre de 1995 como el primer ejemplo caleño de reconversión patrimonial: las antiguas vías férreas se convirtieron en alamedas interiores, la torre de agua se integró a la fachada, y los muros de ladrillo clinker pasaron a alojar cines, restaurantes y un hotel.

 

Fuente: Mall & Retail

 

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