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¿CóMO LA INMIGRACIóN SIRIO-LIBANESA APORTó AL COMERCIO EN COLOMBIA?

La historia del comercio en Colombia está intrínsecamente ligada a las olas migratorias que enriquecieron su tejido social y económico. Entre ellas, la llegada de inmigrantes sirio-libaneses a finales del siglo XIX y principios del XX marcó un antes y un después en las dinámicas comerciales del país, dejando un legado que perdura hasta nuestros días. Su ingenio, tenacidad y particular visión para los negocios no solo dinamizaron mercados existentes, sino que sentaron las bases para nuevas industrias y formas de intercambio.

Los primeros inmigrantes de la región del Levante, entonces parte del Imperio Otomano y que huían de la crisis económica, la persecución religiosa y el servicio militar obligatorio, arribaron a las costas colombianas, principalmente a puertos caribeños como Barranquilla, Cartagena, Santa Marta y Riohacha. Con escaso capital pero una férrea voluntad de progreso, estos pioneros, conocidos popularmente como "turcos" una denominación imprecisa derivada de la nacionalidad otomana que portaban sus pasaportes, se insertaron rápidamente en el comercio a pequeña escala.

 

De Vendedores Ambulantes a Magnates de la Industria.

 

La estrategia inicial de los sirio-libaneses se caracterizó por el comercio itinerante. Cargados de mercancías variadas, especialmente textiles, fantasías, botones, hilos y otros artículos de mercería, recorrieron a pie, en mula o en pequeñas embarcaciones los lugares más recónditos del país. 

Estos "cacharreros" o "klancheros", como se les conoció en algunas regiones, no solo llevaron productos a zonas desatendidas por los comerciantes tradicionales, sino que introdujeron innovadoras prácticas comerciales.

 

Una de sus contribuciones más significativas fue la popularización del sistema de ventas a crédito o por cuotas. Esta modalidad permitió a personas de bajos recursos acceder a bienes que de otra manera les serían inalcanzables, democratizando el consumo y generando una lealtad con sus clientes. Su enfoque en el servicio personalizado y la construcción de relaciones de confianza a largo plazo fueron claves para su éxito.

 

Con el tiempo, el ahorro y la reinversión de las ganancias permitieron a muchos de estos comerciantes ambulantes establecer locales fijos en pueblos y ciudades. Barranquilla, gracias a su puerto y dinámica comercial, se consolidó como un importante centro de actividad económica para la comunidad. Desde allí, expandieron su influencia hacia el interior del país, siguiendo las rutas fluviales del Magdalena y el Cauca, y estableciéndose en centros urbanos como Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, Cúcuta y el Viejo Caldas.

 

La Conquista del Sector Textil y la Diversificación.

 

Si bien incursionaron en diversos ramos, fue en el sector textil donde la influencia sirio-libanesa alcanzó su máxima expresión. Pasaron de la venta de telas importadas a la producción local, fundando algunas de las primeras y más importantes fábricas textiles del país. Nombres como Fatelares, Coltejer (con participación inicial de capital de la familia Echavarría de origen vasco, pero con una fuerte influencia y competencia de empresarios sirio-libaneses en el sector), y numerosas otras empresas en el ramo del tejido de punto y la confección, surgieron gracias a su visión y empuje. Esta transición de comerciantes a industriales no solo generó empleo y desarrollo tecnológico, sino que contribuyó significativamente a la sustitución de importaciones.

 

Más allá de los textiles, los empresarios de origen árabe diversificaron sus inversiones hacia otros sectores como la producción de alimentos, el calzado, la curtiembre, la joyería, el sector inmobiliario y, más adelante, incursionaron en la banca y las finanzas. Su capacidad para identificar oportunidades y su audacia para asumir riesgos fueron determinantes en la modernización de la estructura empresarial colombiana.

Legado y Continuidad.

 

La influencia de la comunidad sirio-libanesa trascendió lo puramente económico. Su integración a la sociedad colombiana, aunque no exenta de dificultades iniciales, enriqueció la cultura nacional. A través de la creación de clubes sociales, asociaciones y cámaras de comercio, fortalecieron sus lazos comunitarios y participaron activamente en la vida cívica del país.

 

Hoy, los descendientes de aquellos primeros pioneros continúan desempeñando un papel relevante en la economía colombiana, liderando importantes conglomerados empresariales y participando en múltiples sectores productivos. La historia de la inmigración sirio-libanesa es un testimonio elocuente de cómo la perseverancia, la innovación en las prácticas comerciales y una profunda vocación por el trabajo pueden transformar no solo el destino de una comunidad, sino el panorama económico de una nación entera. Su huella en el comercio colombiano es, sin duda, imborrable y sigue siendo un motor de desarrollo y progreso.

La Imborrable Huella Sirio-Libanesa en el Comercio Colombiano: Un Legado de Emprendimiento y Transformación

 

La historia del comercio en Colombia está intrínsecamente ligada a las olas migratorias que, a lo largo de los siglos XIX y XX, trajeron consigo no solo personas, sino también nuevas dinámicas económicas y culturales. Entre estos grupos, la comunidad sirio-libanesa emerge con particular relieve, dejando una marca indeleble en el tejido comercial del país. Desde sus humildes comienzos como vendedores ambulantes hasta la consolidación de importantes conglomerados industriales y comerciales, su influencia ha sido un factor determinante en la configuración del panorama empresarial colombiano, introduciendo prácticas innovadoras y fomentando un espíritu emprendedor que perdura hasta nuestros días.

 

Olas Migratorias y Asentamiento: El Inicio de una Trayectoria Comercial

 

La principal oleada de inmigrantes sirio-libaneses arribó a Colombia entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX (aproximadamente entre 1880 y 1930). Huyendo de la inestabilidad política y económica del Imperio Otomano, el servicio militar obligatorio y, en algunos casos, persecuciones religiosas, estos pioneros vieron en América una tierra de oportunidades. Aunque inicialmente no era su destino principal, Colombia, y en particular su Costa Caribe (con puertos como Barranquilla, Cartagena de Indias y Santa Marta), se convirtió en un importante punto de llegada y asentamiento. Localidades como Lorica y Cereté en el departamento de Córdoba también fueron focos tempranos de establecimiento.

 

Posteriormente, y en menor medida, se registraron otras llegadas, incluyendo una notable durante las décadas de 1970 y 1980. Con el tiempo, su presencia se expandió hacia el interior del país, estableciéndose en ciudades como Cúcuta, Bucaramanga, Cali y la capital, Bogotá.

 

Fuente:  Jaime Andres Piedrahita Director General Expertos en Retail