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CUANDO EL COMERCIO COLOMBIANO SE HIZO MODERNO: LAS CUATRO INNOVACIONES QUE CAMBIARON EL RETAIL

El comercio moderno es el resultado de una serie de invenciones que, más allá de su componente técnico, transformaron la forma en que los consumidores interactúan con los espacios de venta. Entre ellas, cuatro marcaron el rumbo del siglo XX: la caja registradora, las escaleras eléctricas, el código de barras y el aire acondicionado. 

Estas innovaciones, surgidas en distintas etapas de la industrialización, convirtieron al almacén comercial en un organismo eficiente, cómodo y tecnológicamente integrado. Su adopción en Colombia —de la mano de cadenas como Almacenes Tía, Sears, Ley y Vivero— dio inicio a la era del comercio moderno, dejando atrás el modelo de mostrador y dando paso al autoservicio, la circulación libre y la climatización de los espacios.

 

La caja registradora: el sonido que inauguró la era del comercio organizado

 

La historia de la caja registradora se remonta a 1879 en Dayton, Ohio, cuando el empresario James Ritty, preocupado por las pérdidas en su bar, creó una máquina capaz de registrar cada venta y evitar los fraudes. Su “Incorruptible Cashier” fue el punto de partida de una revolución. Años más tarde, la National Cash Register Company (NCR) perfeccionó el invento, dotándolo de gavetas automáticas, recibos impresos y sumadores mecánicos que permitían llevar control diario de las ventas.

El característico sonido metálico del “ding” acompañó durante décadas el acto de pagar, simbolizando transparencia, formalidad y confianza. A inicios del siglo XX, las principales tiendas departamentales del mundo —como Macy’s en Nueva York o Harrods en Londres— ya habían convertido la caja registradora en el corazón de su operación comercial.

 

En Colombia, esta innovación marcó el inicio del comercio organizado. Almacenes Tía, fundado en 1940 por los inmigrantes checos Federico Deutsch y Kerel Steuer, fue pionero en introducirla como parte esencial de su concepto de tienda moderna. Cada sección del almacén —loza, juguetes, ropa o artículos para fiestas— tenía su propia caja registradora, lo que aceleraba los pagos y facilitaba el control financiero. La novedad no era solo tecnológica: también era cultural. Por primera vez, los clientes podían tocar los productos, comparar precios y pagar sin intermediarios, rompiendo la barrera del mostrador tradicional. Tía consolidó así el formato de autoservicio, con precios fijos y un surtido de más de 5.000 artículos importados de China, Taiwán y Europa. Poco después, Almacenes Ley y Vivero adoptaron sistemas similares, modernizando el comercio nacional y acercando la experiencia colombiana a los estándares internacionales de la época.

 

Las escaleras eléctricas: movimiento y modernidad en los grandes almacenes

 

La segunda gran invención que redefinió la experiencia comercial fueron las escaleras eléctricas. El primer modelo funcional fue patentado por Jesse Wilford Reno en 1892 y presentado al público en 1896 en Coney Island, Nueva York. Poco después, Charles Seeberger y la empresa Otis Elevator Company industrializaron el diseño, creando el término “escalator” y llevándolo a grandes almacenes y estaciones de tren. Estas escaleras no solo facilitaban el tránsito entre pisos, sino que introducían una dimensión de espectáculo y confort. En ciudades como París, Londres o Chicago, los grandes almacenes incorporaron escaleras eléctricas como símbolo de progreso y atractivo visual, transformando la arquitectura comercial vertical.

En Colombia, su llegada marcó un hito en el comercio departamental. Almacenes Sears, que se estableció en el país en 1954, fue la primera cadena en instalar escaleras eléctricas en sus tiendas, convirtiéndose en un referente de modernidad. Este sistema permitía conectar amplios pisos de exhibición de manera fluida y natural, invitando al cliente a explorar más secciones y prolongar su recorrido. Pronto, Tía, Ley y Vivero incorporaron escaleras en sus sedes principales, especialmente en Bogotá, Medellín y Barranquilla, adaptando la experiencia internacional al mercado local. Las escaleras eléctricas no solo resolvieron un problema arquitectónico, sino que consolidaron la experiencia multisensorial del comprador: moverse, mirar y descubrir en un ambiente moderno y en constante flujo.

 

El código de barras: la revolución silenciosa del control y la eficiencia

 

La tercera gran innovación fue el código de barras, una herramienta que transformó la manera de administrar inventarios y procesar ventas. 

Su origen se remonta a 1948, cuando los ingenieros Joseph Woodland y Bernard Silver idearon un sistema de identificación visual inspirado en el código Morse. Sin embargo, su aplicación comercial tardó casi tres décadas: el 26 de junio de 1974, un paquete de chicles Wrigley’s fue el primer producto escaneado en un supermercado de Ohio, marcando el inicio de la automatización de los puntos de pago. El nuevo sistema permitió a los comercios registrar precios, controlar existencias y reducir errores humanos, convirtiéndose en el estándar universal del retail.

 

En Colombia, el código de barras llegó en la década de 1980 y se masificó en los noventa con el auge de las grandes superficies. Cadenas como Éxito, Carulla,  y Vivero fueron las primeras en integrar lectores ópticos en sus cajas registradoras electrónicas, permitiendo que cada artículo fuera identificado con precisión y que la información fluyera directamente a los sistemas administrativos. 

 

El proceso de pago se volvió más ágil, los inventarios más exactos y las decisiones comerciales más informadas. En el caso de Tía, esta innovación fue coherente con su trayectoria vanguardista: después de haber introducido el aire acondicionado y las marcas propias, digitalizó su operación para sostener su liderazgo frente a la competencia. El código de barras, silencioso pero decisivo, convirtió la caja registradora en un centro de información y análisis.

El aire acondicionado: cuando el confort se volvió estrategia de venta

 

La cuarta invención que cambió la historia de los almacenes fue el aire acondicionado, desarrollado por Willis Carrier en 1902. Su aplicación comercial se dio en la década de 1920, cuando los grandes teatros y tiendas de Estados Unidos comenzaron a instalar sistemas de climatización como un símbolo de lujo y modernidad. Lo que inició como una mejora técnica para controlar la humedad y la temperatura, se transformó rápidamente en una herramienta estratégica para atraer clientes y prolongar su permanencia. Comprar dejó de ser una necesidad para convertirse en una experiencia agradable, y los comercios climatizados pasaron a ser lugares de encuentro social.

 

En Colombia, el aire acondicionado comenzó a popularizarse en la década de 1960, especialmente en ciudades cálidas como Barranquilla, Cartagena y Santa Marta. Almacenes Tía fue pionero en instalarlo en sus tiendas principales, ofreciendo una experiencia de compra sin precedentes en el país.

El confort térmico se convirtió en una ventaja competitiva: en pleno trópico, los compradores preferían visitar locales frescos y silenciosos, donde podían recorrer con calma cada sección. Con el tiempo, la climatización se expandió a otras cadenas como Vivero y Ley, convirtiéndose en un estándar de calidad. El aire acondicionado cambió la percepción del espacio comercial, transformándolo en un lugar cómodo, seguro y atractivo, donde la temperatura también era parte del servicio.

 

Para Leopoldo Vargas Brand CEO de Mall & Retail “Estas cuatro invenciones —la caja registradora, las escaleras eléctricas, el código de barras y el aire acondicionado— definieron el tránsito del comercio artesanal al retail moderno. A nivel mundial, representaron los pilares de la eficiencia, la movilidad, la precisión y el confort.”

 

“En Colombia, fueron el puente entre la tradición y la innovación, impulsando a los grandes almacenes a reinventarse y sentar las bases de un sector que, más de ocho décadas después, sigue evolucionando al ritmo de la tecnología” señalo Vargas Brand.

 

Fuente: Mall & Retail.

 

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