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DE LA CIMA AL ABISMO: MUERTES Y CONFLICTOS FAMILIARES QUE MARCARON LA HISTORIA DEL RETAIL

El mundo del retail, acostumbrado a hablar de expansión, cifras de ventas y experiencias de compra, también ha sido escenario de historias oscuras que trascienden los balances financieros. Detrás de grandes marcas y fortunas familiares se esconden dramas humanos que, en algunos casos, han terminado en tragedias y en investigaciones judiciales por homicidio. La muerte de líderes y fundadores en circunstancias sospechosas ha puesto en evidencia que, en esta industria, los conflictos familiares o societarios pueden tener repercusiones tan devastadoras como una crisis económica.

En octubre de 2025, la noticia sobre la investigación por la muerte de Isak Andic, fundador de la firma española Mango, estremeció al mundo empresarial. Lo que en principio se consideró un accidente de montaña ocurrido en diciembre de 2024, mientras paseaba por la zona de Montserrat acompañado de su hijo Jonathan, dio un giro inesperado al convertirse en una investigación penal por posible homicidio. La policía catalana, según trascendió, encontró contradicciones en las declaraciones del hijo del empresario y elementos que llevaron a que su estatus pasara de testigo a sospechoso.

 

Isak Andic, de origen turco, fue el artífice de uno de los mayores grupos de moda de Europa. Fundó Mango en 1984 en el Paseo de Gràcia de Barcelona y la convirtió en una multinacional presente en más de 110 países, con más de 2.700 tiendas y 16.000 empleados. Su visión transformó la forma de concebir la moda rápida, apostando por precios competitivos, diseño propio y respuesta ágil a las tendencias globales. Su muerte, en pleno proceso de relevo generacional, puso sobre la mesa un tema sensible pero recurrente en los grupos familiares: la tensión entre herencia, poder y control.

Para la industria del retail, este hecho representa mucho más que un drama personal. La desaparición de un líder fundador y las sospechas que rodean el caso suponen un golpe reputacional profundo. Cuando el apellido del empresario está íntimamente ligado al nombre de la marca, la opinión pública tiende a asociar el escándalo con la empresa misma. 

 

En consecuencia, los equipos directivos se ven obligados a activar protocolos de crisis y estrategias de comunicación que preserven la confianza del consumidor y de los socios comerciales. El caso de Mango recuerda que en las compañías de carácter familiar, los problemas domésticos pueden escalar hasta poner en riesgo el patrimonio colectivo.

 

Episodios similares han ocurrido en otros contextos empresariales, dejando huellas imborrables en el sector. En la década de los noventa, la moda italiana vivió uno de los casos más mediáticos con el asesinato de Maurizio Gucci, heredero del imperio fundado por su abuelo Guccio Gucci. Maurizio fue abatido a tiros frente a su oficina en Milán por un sicario contratado por su exesposa, Patrizia Reggiani. La noticia conmocionó al mundo del lujo y transformó por completo la estructura de la empresa. La familia perdió el control accionario y la marca pasó a manos de grupos internacionales, iniciando una nueva etapa que la alejó del manejo familiar. Este hecho marcó un antes y un después en la historia del retail de lujo, demostrando que los conflictos afectivos pueden tener consecuencias empresariales irreversibles.

El Reino Unido también conoció una tragedia de similares características en los años ochenta. Aristos Constantinou, cofundador de la firma Ariella Fashion, fue hallado muerto en su mansión de Hampstead, víctima de varios disparos. El empresario, conocido por su estilo extravagante y por vestir a figuras de la alta sociedad londinense, fue asesinado en circunstancias confusas que implicaron a su entorno más cercano. Aunque nunca se dictó una condena definitiva, el caso afectó la reputación de la marca y dejó en evidencia los riesgos que enfrentan las empresas altamente personalistas, donde la figura del fundador es el eje sobre el que gira toda la operación.

 

Colombia también ha tenido sus propias tragedias en el mundo empresarial. Una de las más recordadas es la del fundador de Surtifruver, Alonso Orjuela Puyana, asesinado en Bogotá en octubre de 2016. Surtifruver había logrado consolidarse como una de las principales cadenas de alimentos frescos del país, con presencia en varios departamentos y un modelo de negocio basado en la calidad del producto y la experiencia de compra. 

Sin embargo, detrás del éxito comercial se gestaba una disputa personal y económica que terminó con el asesinato del empresario, en un hecho que involucró a su esposa y a un socio cercano. La investigación judicial reveló un entramado de intereses patrimoniales y sentimentales que evidenció cómo los conflictos familiares pueden convertirse en el talón de Aquiles de las empresas familiares.

 

El impacto en la organización fue inmediato: la marca enfrentó una pérdida de confianza entre empleados y clientes, se desató una crisis interna en la estructura de liderazgo y se cuestionó la continuidad del negocio. En sectores como el de alimentos, donde la confianza y la frescura del producto son esenciales, este tipo de episodios pueden ser letales para la reputación corporativa. El caso de Surtifruver demostró que los negocios familiares requieren estructuras de gobierno sólidas, acuerdos sucesorales claros y mecanismos de control independientes del núcleo doméstico.

Estos casos, aunque ocurridos en países y contextos distintos, tienen un hilo conductor: la vulnerabilidad de las empresas familiares frente a las dinámicas de poder interno. La falta de un protocolo de sucesión y de mecanismos institucionales que separen la gestión empresarial de los vínculos afectivos crea escenarios de riesgo. En las firmas del retail —especialmente en aquellas donde el fundador conserva un papel dominante— las decisiones tienden a concentrarse en pocas manos, lo que agrava el impacto cuando una tragedia irrumpe sin que existan sustitutos o juntas directivas preparadas para actuar.

 

Para el sector, las lecciones son claras. Primero, el gobierno corporativo debe ser tan prioritario como la estrategia comercial. Las compañías familiares necesitan estructuras que permitan continuidad, estabilidad y transparencia, más allá del liderazgo carismático del fundador. 

 

Segundo, los protocolos de sucesión deben definirse con anticipación, evitando que la herencia o los conflictos sentimentales se conviertan en litigios que paralicen la operación.

Y tercero, la comunicación corporativa debe manejar con prudencia y coherencia los episodios personales que involucren a sus líderes, protegiendo la confianza del consumidor, el activo más valioso del retail.

 

El mundo del comercio moderno se mueve por velocidad, innovación y confianza. Pero estos pilares pueden desmoronarse en un instante cuando los conflictos familiares y los intereses económicos se cruzan de manera fatal. Los casos de Mango, Gucci, Ariella Fashion y Surtifruver muestran que detrás del brillo de las vitrinas y los titulares de éxito, el factor humano sigue siendo el más impredecible. En el retail, la verdadera fortaleza de una marca no está solo en sus cifras, sino en la capacidad de su estructura para resistir los embates de la vida personal de quienes la fundaron.

 

Fuente: Mall & Retail.