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En la industria global del retail deportivo, pocas noticias generan tanto simbolismo como la llegada de una marca latinoamericana a la vitrina más prestigiosa del planeta. La confirmación de que Saeta, una firma colombiana con más de cuarenta años de trayectoria, vestirá a la Selección de Haití en el Mundial de Fútbol 2026, constituye un hecho icónico para el país.

Es la demostración de que el diseño, la capacidad productiva y la ingeniería textil local pueden competir —en calidad y desempeño— frente a los jugadores más grandes del sector. Colombia no solo exporta talento deportivo: ahora también exporta indumentaria que estará bajo los reflectores del evento deportivo más visto del mundo.
El patrocinio de selecciones nacionales representa uno de los activos estratégicos más valiosos para las grandes multinacionales. Para Nike, Adidas y Puma, vestir a un combinado nacional en la Copa del Mundo no es únicamente una acción de presencia visual: es una operación integral que combina posicionamiento de marca, marketing global, acuerdos de licenciamiento, ventas masivas de réplicas y control total de la narrativa deportiva alrededor de sus uniformes.
La audiencia mundial —que supera los cinco mil millones de espectadores— convierte cada aparición, cada gol y cada fotografía en una pieza publicitaria de impacto instantáneo.
Por ello, estas tres compañías se esfuerzan por dominar el portafolio de selecciones mundialistas, entendiendo que el retorno de la inversión se multiplica durante todo el ciclo del torneo.
Las cifras de ventas globales ayudan a comprender esa hegemonía. Nike cerró 2024 con ingresos cercanos a los 51.4 mil millones de dólares, mientras Adidas superó los 23.6 mil millones de euros. Puma, aunque más pequeña, alcanzó más de 8.6 mil millones de euros en ventas ese mismo año. Estas escalas explican la facilidad con la que estas multinacionales pueden asumir contratos de patrocinio que superan decenas de millones por ciclo mundialista. No solo cuentan con músculo financiero, sino con estructura logística, distribución internacional y una red de licenciamiento que les permite convertir rápidamente cada camiseta en un fenómeno comercial.
Sin embargo, cuando se observa el lugar de Saeta frente a estos gigantes, la magnitud de su logro se vuelve aún más evidente. Según la información más reciente reportada por SAETA International Sports Wear S.A.S ante la Superintendencia de Sociedades, correspondiente al año 2017, la compañía registró ingresos por 1.6 millones de dólares. En ese mismo periodo, Adidas reportó 23.9 mil millones y Nike 34.3 mil millones de dólares. Esto significa que estas dos multinacionales fueron más de 14.600 y 20.900 veces más grandes que Saeta respectivamente.
Aun así, será la marca colombiana la que aparezca en la Copa del Mundo 2026 vistiendo a una selección, lo que convierte esta participación en un ejemplo de estrategia e innovación más allá del tamaño financiero.
Aunque el dominio de Nike, Adidas y Puma seguirá siendo mayoritario en el Mundial 2026, también participarán marcas que, como Saeta, representan propuestas regionales o de nicho. Entre ellas se destacan Marathon de Ecuador, Hummel de Dinamarca, Majid de Irán, One All Sports de Camerún y New Balance en Costa Rica.

Estas empresas han construido modelos alternativos donde la identidad cultural, la cercanía con las federaciones y la adaptabilidad técnica pesan tanto como el presupuesto. La presencia de estas marcas confirma que todavía existe espacio para actores distintos a los gigantes tradicionales, siempre que combinen calidad, especialización y una propuesta de valor diferenciada.

En el caso colombiano, la relación entre la Selección Colombia y Adidas constituye uno de los acuerdos más estables de la región. Desde 2011, la marca alemana ha vestido al combinado nacional, consolidándose como un socio estratégico para la Federación Colombiana de Fútbol. El contrato renovado en 2023 mantiene la alianza hasta el ciclo 2026, coincidiendo con la próxima Copa del Mundo. Esta relación no solo posiciona a Adidas como líder del mercado local, sino que dinamiza el retail deportivo en Colombia, especialmente en la venta de réplicas, mercancía oficial y líneas de entrenamiento que se distribuyen en tiendas físicas, plataformas digitales y canales especializados.
La historia de Saeta aporta un contraste inspirador. Fundada en 1982 por Pedro Aníbal Carrero López en Bogotá, la empresa comenzó como un pequeño taller de confección. Su evolución fue constante: uniformes para fútbol de salón, primeros contratos en el fútbol profesional, certificaciones de calidad internacional, expansión en el mercado local y vínculos comerciales en el exterior.
El punto de inflexión llegó en 2010, cuando la marca envió uniformes como apoyo a Haití tras el terremoto que devastó al país caribeño. Lo que comenzó como un gesto de solidaridad se transformó en una relación comercial de largo plazo y, finalmente, en una alianza que llevará a Saeta al escenario deportivo más grande del planeta.
La presencia de Saeta en el Mundial 2026 no es solo una victoria empresarial; es un triunfo para la industria textil colombiana, para el diseño local y para la capacidad de competir en mercados de alto rendimiento con propuestas propias. En un entorno donde el tamaño financiero parece definirlo todo, la marca colombiana demuestra que la creatividad, la flexibilidad y la calidad técnica siguen siendo atributos capaces de abrir puertas en la élite del deporte mundial. El Mundial será, para Saeta, una vitrina irrepetible; para Colombia, una oportunidad de mostrar que su talento también se cose y se teje.
Fuente: Mall & Retai