id de noticia 3186 Cuando las tiendas de discos movían diciembre: El auge, caída y renacer del Retail musical en la navidad colombiana

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CUANDO LAS TIENDAS DE DISCOS MOVíAN DICIEMBRE: EL AUGE, CAíDA Y RENACER DEL RETAIL MUSICAL EN LA NAVIDAD COLOMBIANA

Durante más de medio siglo, las tiendas de discos fueron uno de los formatos más influyentes del retail colombiano. Antes de que la música viajara por cables de fibra óptica, algoritmos de recomendación y plataformas de streaming, el consumo cultural pasaba por espacios físicos donde la música se tocaba, se exploraba, se compraba y, en muchos casos, se regalaba.

En la Navidad —la temporada comercial más importante para el país— estos puntos de venta se convertían en auténticos epicentros de consumo emocional. En una época sin descargas, sin suscripciones digitales y sin listas infinitas, una parte esencial de la Navidad colombiana cabía en un LP, un casete o un CD. Allí vivían los sonidos de las fiestas familiares, los viajes en carretera y las novenas de aguinaldos. Allí vivía, en resumen, la banda sonora de diciembre.

 

Las tiendas de discos fueron también espacios de descubrimiento cultural y grandes constructoras de gusto musical. El país tuvo cadenas y almacenes que marcaron a generaciones completas, desde Almacenes Víctor —considerada la primera gran tienda de discos, gramófonos y radios— hasta leyendas más recientes como Discos Bambuco, Mercado Mundial del Disco, La Rumbita, Prodiscos para mencionar algunos pocos, o los puntos especializados que surgieron en distintas ciudades entre los años sesenta y los noventa. En Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla las tiendas de discos formaban parte del paisaje del comercio urbano igual que hoy lo son las tiendas de moda rápida, las cafeterías de especialidad o los establecimientos de tecnología.

Entre todas estas marcas históricas, Discos Bambuco se convirtió en una referencia obligada. No solo era un sello discográfico, sino una cadena de tiendas que se multiplicó en barrios tradicionales de las principales ciudades. Su presencia contribuyó a consolidar la idea del disco como un regalo valioso, como un objeto que comunicaba afecto y también estatus cultural. 

 

A lo largo de la década de los ochenta y los noventa, comprar un disco en Bambuco o en otras tiendas especializadas era un ritual que movilizaba a miles de consumidores, que veían en este formato el medio más directo para apropiarse de la cultura musical nacional e internacional.

 

En paralelo a la evolución del retail físico, surgieron las disqueras que terminaron moldeando el gusto musical de fin de año. Discos Fuentes, fundada en 1934, se convirtió en la piedra angular del sonido colombiano. Su impacto fue técnico, cultural y comercial. Introdujo innovaciones como el sonido estéreo y produjo algunos de los artistas más importantes del país. Pero su verdadera revolución llegó en 1961, cuando Antonio Fuentes y sus hijos concibieron un proyecto que cambiaría para siempre las tradiciones decembrinas: los 14 Cañonazos Bailables. En una hazaña técnica para la época, lograron incluir 14 canciones en un solo LP (siete por lado), incorporando un repertorio diverso de artistas. El nombre, inspirado en los cañones del Centro Histórico de Cartagena, terminó convirtiéndose en una marca poderosísima que atravesó generaciones.

Desde entonces, los Cañonazos no solo fueron un éxito comercial sino un fenómeno cultural. Se convirtieron en un símbolo de época, en una tradición que competía con los pesebres, las luces y los platos clásicos de diciembre. Su carátula —en especial desde 1966, cuando apareció la primera modelo en traje de baño— fue tema de conversación, colección y controversia durante más de cincuenta años. La estética, que varió con las tendencias del mercado, terminó siendo una parte esencial de la identidad visual de la temporada navideña en Colombia.

 

Codiscos, fundada en 1950, también consolidó una presencia relevante en el mercado musical nacional. Sus compilados El Disco del Año se posicionaron como una alternativa comercial potente, especialmente en las décadas de los ochenta y noventa, convirtiéndose en uno de los productos más buscados en diciembre. La compañía estructuró su catálogo a partir de un repertorio donde el vallenato, la música tropical, la balada y más tarde la música urbana terminaban formando parte de una mezcla pensada para conquistar el mes más musical del año.

La importancia comercial de esta temporada para las disqueras es indiscutible. Según sus directivos, la Navidad representa entre 30% y 35% de las ventas anuales. Tanto Discos Fuentes como Codiscos confirman que octubre, noviembre y diciembre son los meses donde sus catálogos digitales y físicos experimentan el mayor dinamismo. En un mercado transformado por el streaming, los ingresos ya no dependen tanto de los discos físicos —hoy considerados productos reputacionales o de colección—, sino de las reproducciones en plataformas como Spotify. Sin embargo, el pensamiento estratégico detrás de los compilados sigue siendo el mismo: construir un producto con fuerza comercial y emocional, capaz de activar hábitos de consumo profundamente arraigados.

 

A pesar del declive de las tiendas físicas, el formato físico ha resurgido bajo una lógica diferente. Ya no es un producto de masas, sino un artículo de valor simbólico, una edición limitada dirigida a jóvenes coleccionistas y a consumidores nostálgicos que desean tener algo tangible durante la temporada. Discos Fuentes, por ejemplo, imprime apenas unas pocas centenas de vinilos de cada edición de 14 Cañonazos, pero su valor recae menos en la rentabilidad directa y más en el poder de marca y en la activación cultural que generan. Según sus voceros, un volumen de Cañonazos puede tardar más de diez años en recuperarse únicamente con streaming, pero su impacto en el posicionamiento del sello es incalculable.

 

La relevancia del retail musical navideño también se explica por la figura del disco como objeto ritual. A finales del siglo pasado era uno de los regalos preferidos en diciembre. Las filas en las tiendas de discos, especialmente en la segunda quincena del mes, competían con las de jugueterías y almacenes de moda. Muchos centros comerciales destinaban zonas de exhibición destacadas para estos productos, que se convertían en motivadores de tráfico en corredores donde hoy predominan otras categorías. Mientras otras industrias enfrentaban estacionalidades diferentes, la música tenía en diciembre su gran oportunidad de consolidación.

En la actualidad, aunque la mayoría de tiendas de discos ha desaparecido, sobreviven lugares como La Música, que mantienen vivo el ritual del consumo físico. Estas tiendas funcionan como puentes entre la nostalgia y la novedad, entre el coleccionismo y el descubrimiento, y entre generaciones que ven en el vinilo no solo un formato sonoro, sino un símbolo cultural. Su presencia permite recordar que, aunque el retail musical se trasladó al mundo digital, la experiencia física conserva un valor diferenciador, especialmente en Navidad.

 

Precisamente es durante esta temporada donde la música colombiana regresa con más fuerza. Sonidos de Pastor López, Rodolfo Aicardi, Guillermo Buitrago, Los Corraleros de Majagual, El Binomio de Oro, Los Diablitos, Grupo Niche y Cali Flow Latino se convierten nuevamente en protagonistas de la oferta musical. Diciembre sigue siendo el escenario donde los clásicos se reactivan y los nuevos lanzamientos buscan posicionarse. No importa cuántas décadas hayan pasado: el país sigue reconociéndose en la música de fin de año.

El retail musical colombiano, aunque transformado profundamente, conserva un legado intacto. De las tiendas históricas que alimentaron generaciones de melómanos, a las disqueras que estructuraron compilados memorables, hasta el actual dominio del streaming y el resurgimiento del vinilo como pieza de colección, la industria ha logrado mantenerse relevante. 

 

En Navidad, cuando el consumo se mezcla con la tradición y la memoria, la música vuelve a ocupar un papel central. Los 14 Cañonazos, El Disco del Año y otros clásicos decembrinos son más que productos: son parte del patrimonio emocional del país. Representan un capítulo esencial del retail colombiano, uno que sigue vivo y que se renueva cada diciembre, mientras nuevos y antiguos consumidores vuelven a buscar en la música ese sonido que solo el fin de año es capaz de despertar.

 

Fuente: Mall & Retail