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El café late en el alma de los colombianos. Somos el tercer productor mundial y custodios de una narrativa que va más allá del sabor: la de Juan Valdez, ese campesino orgulloso que, desde 1959, encarna la calidad y el esfuerzo colectivo de la Federación Nacional de Cafeteros. Pero mientras nuestro ícono cruza fronteras, el universo cafetero se reinventa. Hoy, en nuestra sección “Crónicas del Retail Mundial” presentamos dos fenómenos globales que revelan cómo la bebida más querida del país está transformando el ocio, la salud y la relación entre marcas y consumidores: las coffee parties y la personalización extrema impulsada por la generación Z.
El café ha unido madrugadas y sobremesas en Colombia durante más de un siglo, pero en otros rincones del mundo empieza a apoderarse también de las pistas de baile.
En Madrid, las cafeterías de especialidad se llenan a media mañana de jóvenes y familias que mueven los pies al ritmo de un DJ mientras sostienen un flat white. Son las llamadas coffee parties, celebraciones diurnas sin una gota de alcohol que reinventan el ocio.
La canaria Dadlani, fundadora de la comunidad Groove n’ Coffee, descubrió que la música a plena luz del día invita a conectar de manera más auténtica: la cafeína despierta el cuerpo, el sol ilumina la estancia y la ausencia de copas evita la desconexión que suele acompañar a la noche. En sus encuentros conviven abuelos, corredores, oficinistas y niños; algunos bailan, otros charlan con un mocktail en la mano, todos comparten la sensación de estar cuidándose mientras se divierten.
La misma filosofía impulsa Revel, el proyecto del sevillano Rafael Aguayo. Sus eventos arrancan con una carrera urbana, continúan con un desayuno rico en proteínas y desembocan en un festival matutino con sesiones de DJ, baños de hielo y tatuajes temporales. Cada convocatoria convoca a cientos de asistentes que prefieren la energía limpia del deporte y el café a la resaca de la vida nocturna tradicional. Para Aguayo, estas fiestas sustituyen la “dopamina barata” del alcohol por un cóctel natural de endorfinas generado por ejercicio, música y socialización consciente. El formato ya se exportó de Madrid a Barcelona, Miami y Ciudad de México, prueba de que un ocio más saludable puede ser, además, una oportunidad de negocio para marcas que entiendan el valor de crear comunidad.
El éxito de las coffee parties se resume en tres ejes: bienestar integral, tiempo recuperado y sentido de pertenencia. Al celebrarse por la mañana, permiten disfrutar del día completo; al eliminar el alcohol, refuerzan la coherencia con estilos de vida saludables; al centrar la experiencia en la convivencia, convierten el café en un catalizador de relaciones. En una era marcada por la fatiga del hustle culture y la saturación digital, estos encuentros ofrecen una pausa consciente que las nuevas generaciones agradecen. Para las marcas, patrocinar o acoger una coffee party significa pasar de la simple transacción a la creación de vínculos duraderos.
La generación Z y la era del café a la carta
Otro lado los jóvenes de la generación Z está poniendo de moda el café personalizado.
Las cafeterías en el mundo ya no son solo lugares para charlar o trabajar: se han convertido en laboratorios donde cada cliente diseña su bebida como si fuera una obra personal. Un estudio de la tostadora británica Lincoln & York indica que tres de cada cuatro jóvenes entre 18 y 34 años añaden jarabes o leches vegetales a su taza, y cuatro de cada diez consumen más café fuera de casa que antes.
Para esta generación, la bebida es un lienzo: infusiones de té verde con leche teñidas de violeta, cafés fríos filtrados y coronados con algodón de azúcar o capuchinos con remolinos de caramelo arrasan en redes sociales bajo la etiqueta #CaféTok. La estética importa tanto como el sabor, y, sobre todo, cuenta la posibilidad de crear una combinación única.
Las grandes cadenas han tomado nota. Dutch Bros eliminó el suplemento por leche de avena o almendra en sus 950 locales de Estados Unidos, y Starbucks y Gregory’s hicieron lo mismo, conscientes de que la personalización ya no es un lujo, sino parte de la oferta básica. Las aplicaciones móviles permiten ajustar temperatura, cantidad de café, espesor de la espuma y nivel de dulzor con exactitud, mientras que las máquinas domésticas reproducen la experiencia profesional con solo presionar un botón. Este fenómeno supone retos operativos —más inventario, formación continua y tiempos de preparación mayores—, pero abre oportunidades clave: incrementa el valor medio de la cuenta, genera datos sobre preferencias individuales y amplía la oferta hacia bebidas sin café que atraen nuevos públicos.
Resulta curioso que muchas de las bebidas más vendidas en plataformas como Chamberlain Coffee ni siquiera contengan café: las mezclas de té verde, especias o infusiones heladas encabezan las listas, demostrando que la experiencia pesa más que el origen del grano. La Generación Z ha desterrado la vergüenza asociada a los cafés con sabores y ha puesto de moda lo que antes se consideraba básico. Un café con leche y especias de calabaza ya no es un gusto culposo, sino un pequeño placer compartido que invita a subir una foto y sentirse parte de una comunidad mundial.
El sector se adapta a distintos ritmos. Los tostadores artesanales aprovechan la tendencia para contar historias genuinas y destacar su oficio, mientras que las cadenas invierten en sistemas que permitan la personalización masiva sin sacrificar la rentabilidad. El mensaje es claro: el valor del café ya no depende solo de su origen o de su tueste, sino de la capacidad de cada marca para acompañar estilos de vida diversos y facilitar la autoexpresión de sus clientes.
Para Leopoldo Vargas Brand CEO de Mall & Retail En Colombia, cuna de Juan Valdez y referente mundial en el consumo de café , los dos ejemplos anteriores representan una oportunidad doble. Por un lado, las coffee parties pueden integrar ritmos tropicales, repostería con panela y experiencias turísticas en torno a la finca; por el otro, la personalización ofrece un lienzo para sabores autóctonos — maracuyá, cacao, uchuva — que conviertan cada vaso en un relato de territorio. El reto consiste en trascender la venta de la taza para abrazar la creación de experiencias significativas y comunidades vivas. Al fin y al cabo, como sabemos los colombianos, el café no solo se bebe: se vive, se comparte y, ahora más que nunca, se baila.
Fuente: Mall & Retail.
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