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CON EL RASCACIELOS ATRIO, NAYIB NEME ES EL NUEVO REY DE LAS ALTURAS EN COLOMBIA.

Nayib Neme es el heredero de una dinastía de empresarios libaneses que construyeron un imperio en Colombia con el negocio de las autopartes. Hoy lidera el Grupo a, un conglomerado que emplea a más de 4.000 personas, con actividades en la minería, la industria, el comercio y la construcción. En su última apuesta, acaba de poner en marcha Atrio, uno de los rascacielos más altos del país. Esta es su historia.

De una puerta grande, ubicada en el piso 21 de un edificio del Centro Internacional de Bogotá, sale un hombre alto, delgado, de cabellera blanca y con una gran sonrisa. Saluda, da un fuerte apretón de manos e invita a seguir a su oficina. Allí, al interior, donde pasa gran parte de su tiempo, se observan a simple vista por lo menos 1.000 vehículos a pequeña escala uno tras otro. Todo un espectáculo para quienes aman las piezas de colección y obvio, para él, que ha consolidado un imperio con el negocio de las autopartes.

 

Su despacho es toda una obra de arte. De principio a fin, por donde se le mire, hay elementos magistrales que dejan ver una de sus pasiones: pinturas de Obregón por acá, algunas de Luis Caballero por allá y hasta pistones de carros convertidos en mostradores. 

También hay obras de arte de su esposa, la reconocida artista y directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá, Claudia Hakim, que crea esculturas a partir de los restos que deja la fabricación de piezas para carros. Nayib Neme Arango es un colombiano de ascendencia libanesa, que desde hace décadas lidera el conglomerado familiar que construyó junto a su padre, Hares y su tío, Don Chaid. Es miembro de una dinastía de empresarios hechos a pulso que construyeron fortuna con negocios en la industria, el comercio, la minería y el sector inmobiliario; él acaba de poner en marcha Atrio, uno de los rascacielos más altos de Colombia y ya catalogado como una de las mejores construcciones de su tipo en el planeta.

 

 “Es la realización de un sueño”, dice en una entrevista exclusiva con Forbes. “Agradezco la generosidad de llamar a Atrio como un hito de la ingeniería, pero el edificio, es más. Es un sueño que comenzó en el momento que pudimos adquirir un lote de esta magnitud, que para mí tiene una de las mejores localizaciones de Bogotá”.

 

Ubicado en la Calle 26 con Avenida Caracas, a menos de 500 metros del Hotel Tequendama y en pleno corazón de la capital, Nayib ha cumplido el sueño de construir uno de los mejores edificios del mundo, tal y como lo reseñó en mayo ‘Council on Tall Buildings and Urban Habitat’. Con 201,6 metros de altura, 42 pisos y poco más de 70.000 metros cuadrados en oficinas, la organización premió la Torre Norte del proyecto al argumentar que es una infraestructura de gran envergadura que aporta el desarrollo urbano y sostenible de la Capital.

Y no es para menos. La edificación está construida en el verdadero centro financiero de Colombia, con unos vecinos de lujo: allí mismo está el centro de operaciones del magnate Luis Carlos Sarmiento Angulo, el hombre más rico de Colombia, así como el de los Cortes Osorio, del Grupo Bolívar y el de los Pacheco, del Grupo Colpatria, hoy Scotiabank. Estas familias, de las más poderosas del país, ponen justo su mirada en la gran obra de Nayib.

 

“El centro internacional ha sido diseñado urbanísticamente para grandes empresas y grandes edificios a diferencia de lo que pasa en muchas partes de la ciudad”, sostiene el empresario, que habla sobre la génesis de la obra, los momentos más difíciles y lo que viene a partir de ahora cuando ya se está reactivando la presencialidad.

“Apenas vamos en la primera parte porque son tres fases las que tiene el proyecto: dos torres, una de 42 pisos y la siguiente de 66. Hay una fase intermedia, que es el centro de cultural, el cual quiero desarrollar lo más pronto posible”. El empresario confía en poner en marcha con urgencia el desarrollo del centro cultural porque se acerca el vencimiento de las licencias de construcción. Este anhelo, muy personal, como lo expresa, se da luego de casi 13 años desde que adquirió el predio en el cual construyó Atrio. Recuerda que, tras una llamada de un socio, y sin pensarlo más de cinco segundos, compró el lote que para entonces alcanzaba los 7.500 metros cuadrados. Más adelante adquirió el de al lado, en una licitación pública que les ganó a los grandes magnates del país.

 

Con los 20.000 metros cuadrados que compró, puso en marcha un plan para sacar adelante un proyecto ambicioso, lleno de renovación urbana y cultura. “Así fue como dejamos de pensar y nos pusimos a soñar”, dice con firmeza. Antes de elegir arquitecto, viajó a España, Estados Unidos y otros países en Europa. Sin embargo, recordó que en Bogotá conoció a Lord Richard Rogers, ganador del Premio Pritzker y considerado como uno de los arquitectos más importantes del mundo.

 

“Le pedimos una cita, a través de la Embajada de Colombia, e inmediatamente nos la dieron. Le conté cuál era mi sueño. Hablamos de algo que para mí y el señor Rogers era importante y es el espacio público. Yo quería tener una obra arquitectónica con un espacio público agradable para que la gente lo pudiera deambular”, cuenta Neme. “Él la única pregunta que me hizo al terminar mi exposición fue: ¿Cuándo sale el próximo vuelo para Bogotá?”.

Rogers se montó al proyecto y dos semanas más tarde visitó la capital del país. Sobrevoló la ciudad para estudiar su desarrollo y junto a Nayib y su socio Rafael Londoño Lema, para entonces CEO de QBO constructores, emprendieron este viaje.

 

En 2012 comenzaron las socializaciones de la obra, en una tarea que se dividía entre Bogotá y Londres estudiando cada detalle del proyecto.

 

“Cada vez la obra iba tomando mayor forma y así fue como llegamos a noviembre de 2014 cuando empezamos. Hicimos una misa y pedimos a Dios como siempre que nos ayudara. Arrancó a abrirse el hueco y terminamos construcción en agosto de 2019”, recuerda el empresario.

Bancolombia fue el financiador del rascacielos, un acto que Nayib considera como inaudito. A los directivos del banco les gustó el edificio, por lo que decidieron financiar el proyecto sin un crédito sindicado. Aunque el empresario sostiene con gracia que no tiene hígado ni estómago para endeudarse -y menos en esta cuantía-, destaca que dio un salto para movilizar el capital que necesitaba.

 

Juan Carlos Mora, presidente de Bancolombia, destaca que el compromiso siempre es y ha sido impulsar proyectos que habiliten la modernización de las ciudades. “Atrio es una construcción hecha por visionarios que supieron poner el bienestar de las personas en el centro de su estrategia, pues se construyó con materiales 100% sostenibles”, detalla el banquero.

 

Nayib no comparte la cifra sobre el costo de esta iniciativa privada, pero fuentes cercanas a todo el desarrollo estiman que para la Torre Norte se desembolsó un crédito por $350.000 millones de pesos, hoy US$92 millones. Dice Nayib que se tuvo una estricta estructura de costos en todo el desarrollo, por lo que, curiosamente, tuvieron a favor cerca de $35.000 millones al culminar la obra.

 

Hoy Atrio es uno de los edificios más altos de Colombia y prevé cambiarle el rostro a la capital del país, pues cuando entre a operar la Torre Sur del proyecto se convertirá en el rascacielos más alto del país, con un total de 62 pisos y 268 metros cuadrados.

 

Así lo confirma Alfredo Reyes Rojas, presidente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos (SCA), quien agrega que esta es una apuesta por el centro de la ciudad, pues “es un proyecto ganador que ya es un ícono de la arquitectura contemporánea. Ilumina la nueva arquitectura basada en tecnología y diseño. Además, corrobora el buen momento por el que atraviesa la arquitectura latinoamericana”.

Para el hombre detrás de esta infraestructura, la materialización de Atrio es el fruto de décadas de trabajo. Uno de los mejores legados que le dejó su padre y su tío, dos embajadores del cielo, como los recuerda, quienes desde muy pequeño le enseñaron el valor del trabajo, la perseverancia y el soñar en grande.

 

“Mi tío me decía: el día que tu creas que has llegado a la cumbre en ese momento empiezas a descender.

 

Si antes poco lo entendía, ahora lo entiendo más. Y no es ego, no son vanidades, no es tratar de ser Bill Gates o Warren Buffet. Es ese entusiasmo de querer hacer cosas para la comunidad, así como ellos lo hicieron”, sostiene.

Sin lugar a dudas, se trata de un éxito, pero eso no quiere decir que no haya incertidumbre. La pandemia puso a muchos empresarios a pensar si es necesario tener infraestructura como edificios para sus operaciones. Eso lo entiende Neme, a quien todavía le falta llenar la mitad del edificio. Y está en esa gesta. Por eso dice que es necesario volver a la presencialidad pronto, porque este tipo de construcciones son claves para las personas.

 

Los orígenes

 

Criado bajo el linaje de una familia de industriales libaneses, que llegaron hace 89 años a Colombia, Nayib Neme es el vivo reflejo de lo que lograron construir su padre, Hares, y su tío, Chaid. La historia de su familia data de los años 30 cuando buscando un destino en tierras lejanas dejaron el Líbano para hacer de este país su tierra y el hogar de sus hijos.

 

En una travesía que duró 70 días, según cuenta Nayib, cruzaron tres continentes y varias ciudades y puertos en Asia, Europa y América, hasta llegar a Colombia. Fue entonces cuando en 1932 Don Chaid, quien fuese el patriarca de toda la organización por muchos años, abrió en Ocaña, Norte de Santander, un almacén de telas, medias y “calzones”, como dice.

 

“Esto se les vuelve muy pequeño para ellos, por lo que piensan que necesitan un mercado más grande”, cuenta el empresario, quien además recuerda que fue un par de años después cuando decidieron entrar a otros negocios. En 1937, junto a su hermano Hares, Chaid apostó por los repuestos de maquinaria y unos años más tarde, ante el auge de la industria automotriz, incursionaron con almacenes de repuestos en Bogotá y Barranquilla. “En ese momento empiezan a llegar empresas extranjeras a proponerles que sean los distribuidores y representantes para Colombia con todo el tema de autopartes”, dice.

Aunque a partir de ese momento los hermanos Neme lograron expandir sus operaciones e incrustarse en los círculos más altos del país, la historia empresarial de la familia está marcada por el 9 de abril de 1948 cuando, según cuenta su sobrino, los negocios de Chaid se vinieron al suelo. El empresario libanés vivió el ‘Bogotazo’ y perdió ‘practicamente todo’, pues los dos almacenes que tenía el centro de la ciudad quedaron destrozados. “Él me decía: Yo perdí todo menos el crédito y por eso me pude recuperar”, destaca Nayib.

 

Gracias a Hares, quien para entonces ya era un próspero comerciante en Barranquilla, Chaid se recuperó de este tropiezo y consolidó de nuevo sus negocios. A principios de la década de 1950, los hermanos fundaron sus primeras fábricas de repuestos, que en ese momento no existían en Colombia. 

13 más tarde, en 1963, el Gobierno Nacional impulsó la industria del ensamble automotor en el país, una situación que supieron aprovechar los hermanos, quienes se convirtieron en proveedores de equipo original con repuestos producidos en el país. Hares y Chaid lograron construir un imperio con el negocio de las autopartes consolidando el Grupo Chaid Neme Hermanos por muchos años. En 1976, incluso, empezaron a exportar a varios países y años más tarde entraron a otros sectores económicos para expandir su conglomerado. Hoy, el Grupo tiene plantas en Bogotá, Medellín y Cartagena, más de 4.000 empleados y ventas al exterior que llegan a 32 países.

 

Nayib entró a la organización a principios de 1980, impulsado por continuar el legado empresarial y la expansión en otros países. Su padre falleció en 1991, mientras que Chaid lo dejó en 2009. Recuerda el heredero que siempre fueron generosos con él, abiertos y respetuosos. “Cuando yo les dije que iba a ser arquitecto, pues ellos ‘dijeron sea arquitecto’. Todo el mundo cree que yo soy administrador o ingeniero mecánico, pero no”, dice, quien recuerda que se graduó de Arquitectura de la Universidad de los Andes. “Siempre tuve ese gusto y lo que hago diariamente es transformar cosas; entonces una transformación se convierte en un amortiguador, la otra se convierte en freno y la otra en una rueda. Esta vez, curiosamente, se convirtió en un edificio”.

 

Desde Asopartes destacan la labor de la familia Neme para la consolidación de la industria de las autopartes en Colombia. Nayib, precisamente, es el artífice de que el conglomerado siga ampliando sus operaciones y diversificando su portafolio. Además de las plantas en Colombia, están en México, Ecuador y, curiosamente, Venezuela. Siguen operando desde allí cinco de las siete plantas que tenían pese a que continúan sorteando las circunstancias complejas de ese país.

 

“Vendíamos 10.000 amortiguadores al día, hoy vendemos 15.000 amortiguadores al mes. Hacemos cinco amortiguadores diarios, pero mantenemos esto de alguna manera”, cuenta el empresario.

 

El grupo tiene en su portafolio productos reconocidos como las marcas de pastillas de frenos Incolbest, los frenos Gabriel y las suspensiones pesadas Imal, entre otras.

 

Además de los repuestos para vehículos, la ‘holding’ se mueve en el sector minero, el comercial y el desarrollo inmobiliario. Chaid nunca se casó, por lo que no tiene herederos. Hares, por su parte, entregó el mando a Nayib, quien se ha encargado de la presidencia del grupo desde hace varios años. Asimismo, tres de los cinco hijos que tuvo con Claudia Hakim ya trabajan con él en una tarea por continuar el legado empresarial que dejó su abuelo.

“Tengo la fortuna de tener cinco hijos criados por una mujer maravillosa, una mujer que les ha enseñado a hacer las cosas. Tres de ellos ya están trabajando conmigo y sienten lo que yo sentí en su momento sobre lo que era la empresa”, cuenta Nayib, quien destaca que no invierte en nuevas iniciativas como startups, pese a que sus “hijos sí están más metidos en eso”.

 

El nuevo sueño

 

Tras poner en marcha el edificio Atrio y consolidar el legado de su padre y su tío (un grupo que vende en Europa, Asia y África), Nayib no para de soñar. Su inquieta personalidad lo lleva a no dejar de hacer ‘cosas’, como dice. “Se trata siempre de ser optimista. Yo a veces digo que soy ingenuo y por eso mi nombre no es Nayib, sino ‘Naíf’. Yo creo que Colombia es un país maravilloso, que tiene mucho para donde echar todavía”.

 

El empresario ve con buenos ojos la reactivación de la economía y las oportunidades que se siguen presentando. Dice que tiene un amor “enorme” por Colombia, por lo que la situación ya se irá normalizando aún más cuando se ve un crecimiento económico que va entre el 5% al 7% este año. Incluso, si bien confirma que siguen trabajando para ocupar la totalidad de Atrio, que de hecho ya son las oficinas de Bancolombia, confirma que avanzan en negociaciones con empresas para que establezcan sus operaciones desde este rascacielos. No da nuevos nombres, pero sí afirma que ya han preguntado empresas privadas y estatales.

 

“Ha habido de todo tipo de compañías, que han querido tomar 10.000 metros, 15.000 metros. Hay otras que han querido el 100%, es decir, los 40.000 metros que faltan por alquilar”, advierte el empresario, quien añade: “Yo creo que debemos tener un poco de paciencia y cualquier día tendremos la sorpresa que llegaran marcas al edificio”. 

 

Nayib ya está también detrás de un proyecto en el centro de Medellín, al lado del edificio Bancolombia. Asimismo, está comenzando con Procenio, un plan parcial que se desarrollará en tres manzanas del barrio La Cabrera, al norte de Bogotá, con una intervención que abarca la Calle 85 hasta la Calle 88, entre la carrera 13ª y la carrera 15. “Dos empresas grandes ya están empezando y nosotros somos parte de ese muñeco”, concluye. 

 

Cree en la presencialidad y las bondades de reunirse con la gente. Destaca que no hay nada mejor que el contacto personal. Para él, la reactivación económica es toda una realidad, así como el proceso para ocupar la vacancia de Atrio. Esta lógica la emplea de la mejor forma, pues se levanta de su asiento, sonríe, agradece a la visita y continúa mostrando con orgullo todo su arte.

 

Fuente: Forbes Colombia.