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Fundada en Medellín en 1940, Everfit S.A. acompañó por más de ocho décadas la historia empresarial y social del país. Su marca –sinónimo de distinción para militares retirados y de uniformidad corporativa para múltiples sectores– acaba de solicitar ante la Superintendencia de Sociedades su admisión a un proceso de liquidación judicial al amparo de la Ley 1116 de 2006. Detrás de este paso definitivo confluyen razones coyunturales y estructurales que, superpuestas, erosionaron la salud financiera de la compañía hasta volver insostenible su operación.
En el expediente radicado el 3 de julio la firma reporta activos por $ 37.777 millones y pasivos por $ 31.416 millones, dentro de los cuales sobresale un pasivo pensional que cobija a 26 personas. Aunque a primera vista los pasivos representan apenas 83 % de los activos –un apalancamiento manejable para el promedio textil– el flujo de caja disponible resultó insuficiente para atender compromisos corrientes y obligaciones laborales privilegiadas, prelación que la entidad de control ya advirtió protegerá de forma estricta.
Una trayectoria de recuperaciones incompletas.
La crisis no es nueva. En 2015 Everfit se acogió a un proceso de reorganización empresarial que culminó con éxito en 2019, cuando liquidó pasivos atrasados y alcanzó ventas de $ 50.000 millones. Sin embargo, el golpe de la pandemia fue devastador: la demanda de uniformes para aerolíneas, hotelería y entretenimiento –su principal cartera– se desplomó y los ingresos cayeron a $ 25.000 millones en 2020.
La reacción de fabricar trajes de bioseguridad y tapabocas amortiguó el choque, pero solo de forma temporal; al normalizarse la emergencia sanitaria, ese nicho desapareció y dejó a la empresa con costos fijos altos y capacidad instalada ociosa.
En 2021 las ventas repuntaron a $ 35.000 millones y en 2023 alcanzaron $ 62.282 millones, con un crecimiento de 11,8 % y utilidades modestas de $ 747 millones. Sin embargo, el balance mostraba ya pasivos por $ 45.052 millones frente a activos de $ 66.230 millones, una señal de endeudamiento creciente que presionaba la liquidez en un entorno de tasas de interés históricamente altas. La empresa dependía cada vez más de capital de trabajo externo para financiar inventarios y cuentas por cobrar de clientes institucionales que pagan a 60 o 90 días.
Fuerzas de mercado que minaron la demanda.
Tres variables de mercado terminaron de estrechar el margen. Primero, la transformación del código de vestimenta corporativo. La adopción masiva del teletrabajo y los esquemas híbridos redujeron la compra de uniformes formales; los programas que sobrevivieron migraron a prendas más casuales, con ciclos de reposición más largos y menores precios por unidad.
Segundo, la creciente competencia de proveedores asiáticos –capaces de colocar dotaciones a menor costo gracias a economías de escala y depreciaciones cambiarias– comprimió los precios en licitaciones nacionales e internacionales.
Tercero, la sobrecapacidad instalada en la confección local tras la pandemia provocó guerras de descuentos entre talleres que, al operar exentos de costos laborales formales, ofrecían tarifas que Everfit –una empresa plenamente regulada– no podía igualar sin sacrificar calidad ni margen.
Choques macroeconómicos y de abastecimiento.
A los cambios sectoriales se sumó el encarecimiento global de las materias primas textiles. Entre 2022 y 2024 el algodón, el poliéster y los insumos químicos registraron picos de 20 % a 35 % en dólares, mientras el peso colombiano rozó máximos históricos frente a la divisa estadounidense. La compañía, obligada a importar una parte significativa de telas técnicas bajo plazos anticipados, quedó expuesta al riesgo cambiario y al incremento de fletes marítimos. Asimismo, la guerra en Ucrania reavivó cuellos de botella logísticos que dilataron tiempos de entrega y obligaron a mantener inventarios mayores, intensificando la presión sobre el capital circulante.
Estructura de costos y pasivos laborales.
Aunque Everfit adelgazó su nómina a 280 trabajadores directos, la especialización de mano de obra en confección elevó el costo salarial relativo frente a competidores más automatizados. Además, la compañía arrastra obligaciones pensionales que representan un flujo anual relevante para un negocio de márgenes tradicionalmente estrechos. Ese pasivo pensional –ligado a ex empleados de la época dorada del “traje de paño”– es intransferible y prioritario dentro de cualquier prelación de pagos, lo que reduce el atractivo de la compañía para inversionistas dispuestos a capitalizarla.
La última carta: la reorganización dentro de la liquidación.
Paradójicamente, la liquidación judicial abre la que podría ser la última oportunidad de salvación. La Ley 1116 permite que, durante el trámite, los acreedores acuerden un plan de reorganización que preserve la unidad productiva y los empleos si se demuestra viabilidad económica. El superintendente Billy Escobar ha reiterado que el objetivo institucional es fomentar salidas que mantengan vivas las empresas cuando exista espacio para la recuperación y haya compromiso de los involucrados.
Para que ese escenario ocurra, Everfit debe persuadir a sus principales acreedores –bancos, proveedores estratégicos y la propia UGPP por aportes– de que puede retornar a la rentabilidad en el corto plazo. Ello implica renegociar plazos, conseguir capital fresco y reconfigurar su portafolio hacia contratos de mayor valor agregado, como los de aerolíneas y parques temáticos de Florida, donde su marca todavía dispone de reconocimiento. El reto es doble: demostrar un modelo de negocio resiliente y probar que el gobierno corporativo cuenta con la disciplina financiera que faltó en el pasado para ajustar gastos a la estacionalidad de los ingresos.
Para Leopoldo Vargas Brand CEO de Mall & Retail El caso Everfit ilustra cómo una combinación de cambios abruptos en la demanda, rigideces laborales, exposición a choques externos y deuda creciente puede llevar a una compañía histórica al borde de la disolución”.
En la nueva realidad pospandemia, la flexibilidad operativa, la diversificación de clientes y la cobertura cambiaria dejaron de ser ventajas “deseables” para convertirse en requisitos de supervivencia. Los procesos de reorganización exitosa deben ir acompañados de reformas estructurales permanentes; de lo contrario, los mismos factores que llevaron a la crisis inicial reaparecerán con mayor fuerza, señalo Vargas Brand.
Mientras el juzgado especializado estudia la solicitud, el futuro de Everfit pende de la capacidad de sus gestores y acreedores para encontrar un punto de equilibrio entre el valor social de una empresa que generó empleo durante 82 años y la protección legítima del crédito. Si la negociación prospera, Everfit podría evitar colgar definitivamente la aguja y el hilo; de lo contrario, su icónico uniforme será un recuerdo más en el armario de la historia industrial colombiana.
Fuente: Mall & Retail.